En nuestro país tenemos todos los problemas
acumulados sobre horarios y usos del tiempo, y esto motiva que con
excesiva reiteración mezclemos conceptos que tienen naturaleza muy diferente.
En buena parte tiene su lógica, somos un país que ha sido incapaz de cerrar
ningún debate en todos los frentes posibles: el que hace referencia al huso
confuso, el que tiene que ver con la conveniencia de hacer el cambio de
hora en verano y en invierno (este no depende de nosotros exclusivamente
como veremos), el que provoca la inexistencia de una cultura del tiempo a favor
de modelos más eficientes y más flexibles, y finalmente el que hay detrás de las
dos horas de desfase horario en relación al resto del mundo y que nos
hace desayunar a las once, comer a las tres y cenar a las diez de la
noche.
No es casualidad que finalmente hayamos sido
capaces de ordenar los debates y proponer un gran acuerdo social en forma
de pacto para la
reforma horaria, impulsado el 17 de julio del 2017 y firmado
por 110 actores institucionales y sociales del país. El Objetivo 2015 tiene
como misión centrar los esfuerzos en mejorar el bienestar y buscar una vida más
saludable. Hay dos debates, sin embargo, que exceden del marco competencial del
Govern: el huso y el cambio de hora en verano.
La conciliación laboral, personal y familiar.
El huso horario –compete a cada estado la
decisión de a cuál pertenecer– forma parte ya de uno de los elementos
recurrentes de debate cada cierto tiempo. Hay quien argumenta que haciendo el
cambio de hora se podría garantizar una mayor y mejor conciliación laboral,
personal y familiar. Pero, a nuestro entender, tiene poco que ver. La prueba de
que no tiene demasiada vinculación es que Francia y el Benelux también
deberían retornar al huso de Greenwich y no sufren ni mucho menos los
problemas que tenemos en nuestro país en cuanto a la falta de una distribución
racional y más humanizada del tiempo de vida cotidiana. Aparte, cada vez que
emerge el debate, las patronales recuerdan que habría que evaluar el impacto
económico de abandonar el huso horario compartido con Portugal y... el
'brexit'.
Pero estos días, el debate público se centra
en el peculiar cambio de hora ya que la UE ha puesto en marcha un
proceso participativo para conocer qué piensa la ciudadanía
sobre la idoneidad de mantener el ajuste en octubre y marzo. Debe de ser un
indicador de las ganas que tiene la ciudadanía europea de olvidarlo el hecho de
que los primeros días de votación la página web
de la Comisión Europea se colapsó. La gente es consciente de
que podemos estar ante el final del jet lag social que causa este cambio
artificial. Del cuestionario, al cual se puede responder hasta el 16 de agosto,
destaca si se está a favor de «mantener los actuales ajustes entre el verano y
el invierno en todos los países de la UE» o por el contrario se da apoyo a «la
abolición de estos cambios en todos los países miembros». En el caso de ser
eliminado el cambio de hora, se pregunta a la ciudadanía si preferiría
«mantener siempre el horario de verano» o quedarse «permanentemente en el
horario de invierno». Finalmente, vale la pena la pregunta que hace referencia
a los motivos por los que se está a favor del cambio: salud, ahorro
energético, actividades de ocio, seguridad vial.
Poco menos de dos euros por persona
Para entender por qué la UE ha impulsado ahora
un proceso de consulta popular, hay que recuperar la resolución que aprobó el
Parlamento Europeo el 8 de febrero del 2018, para revisar la
directiva 2000/84 /EC que obliga a todos los países miembros a
avanzar y retrasar los relojes cada marzo y cada octubre. El documento cita
informes que apuntan a que los días posteriores al cambio se registran más
accidentes de tráfico. Pero también hacen referencia a los estudios médicos que
contemplan las alteraciones del ritmo circadiano, el ciclo de 24
horas de las personas marcado por la influencia de la luz, y los efectos de
salud asociados. Y, finalmente, la reducción del consumo energético, que en
Catalunya es de 14 millones. Poco menos de dos euros por persona.
Pronto le explicaremos a nuestros hijos,
hijas, nietos y nietas que antes, cuando eran las tres, había un día de octubre
en que volvían a ser las dos, y que esto nos permitía bailar una hora más en la
discoteca. Y viceversa, que un día de marzo, cuando eran las dos, pasaban a ser
las tres, y que aquella noche trabajábamos una hora menos en el turno de noche.
Se hará aún más difícil de entender la historia de aquellos gemelos en
que el primero nació cerca de las tres y su hermano, minutos más tarde, es
decir, cuando el reloj tenía que volver a marcar las dos y cinco. Por lo tanto,
el segundo bebé es legalmente casi una hora mayor que el que nació primero. En
esta vida todo se acaba, adiós pues a 'Regreso al futuro'.
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